Emma con sus 70 años era parte de los grupos de riesgo y estuvo nueve días con respirador artificial. De a poco vuelve a su vida habitual en Zapala. Fue una de las primeras pacientes contagiadas a partir del caso del paraje La Buitrera.
Emma: Cuando me dijeron que tenía coronavirus se me vino el mundo abajo
POR EZEQUIEL MAESTÚ – maestue@lmneuquen.com.ar
Emma es una mujer zapalina que se contagió de coronavirus el pasado marzo después de tomar mates y comer piñones con un infectado de Las Lajas. El hombre había contraído coronavirus en un asado que compartió con un comerciante que venía de Chile y desencadenó una serie de contagios en el interior neuquino. Con 70 años, la mujer preocupaba a todos en su familia por ser un factor de riesgo. “Me voy a salvar” le había dicho ella a los médicos al momento de su internación.
Ahora, poco más de un mes después de su infierno, dialogó con LMNeuquén y contó de cerca cómo fue vivir con coronavirus: “Tuve una experiencia no esperada, lo veía tan lejos en otros países y cuando menos lo pensé lo tenía encima ” dijo Emma.
Dos días después de su encuentro con un viejo conocido de Las Lajas, la mujer empezó a presentar síntomas en su cuerpo. “Estaba desganada y sin fuerza, no quería comer, me cansaba de solo bañarme y hasta me faltaba el aire”, contó a LMN.
Cuando llegó la ambulancia a su casa, sin avisar, sugiriendo que era un posible contagio de coronavirus, los síntomas y la pandemia mundial hicieron conexión en su cabeza. “Se me vino un monstruo encima”, aseguró. Aunque su principal preocupación fue por el problema recurrente de la edad que siempre escuchaba en las noticias. “Me agarró con 70 años y eso me jugaba super en contra”, se sinceró.
Cuando al otro día, el 19 de marzo, llegaron a su casa con la noticia de que el hisopado era coronavirus positivo, se activó un protocolo en toda su familia. “Yo había estado hasta ese día con mi hija y mis nietos. Pensábamos que sólo era un gripe y me habían ido a cuidar”, agregó. Para suerte de todo el entorno, los hisopados pertinentes dieron negativos.
Si bien la idea principal de la médica fue dejar a Emma haciendo la recuperación en su domicilio, el plan no duró más de 24 horas. “Cuando la médica me preguntó si me quería internar le dije que si, no me sentía bien y era un diagnóstico que me asustaba”, indicó. Las noticias que recorrían el mundo llevaban un mensaje claro y fuerte, que la misma profesional de salud se encargó de recordarle. “La doctora en la ambulancia me dijo que solo algunos se lograban salvar”, narró Emma. Ella, fiel a su fe respondió: “En esos algunos estoy yo”.
La internación se dio junto a otro contagiado por coronavirus en la localidad, un hombre que había estado esa misma tarde tomando mates con ella y su viejo conocido en Las Lajas. Nueve días, de sábado a domingo, con suero y respirador artificial, finalizaron con el primer hisopado que dio negativo. “Ahí ya me mandaron a terminar el procedimiento a mi casa”, contó Emma que no quiso dejar de agradecer a los médicos del Hospital zapalino. “Nos trataron de una forma espectacular, con un cariño y amabilidad increíble”, recalcó.
Día por medio los médicos se presentaron en su casa controlando sus síntomas y repitiendo los hisopados que a veces daban positivos y a veces negativos. Sin embargo, para poder anotarse como recuperada, necesitaba dos negativos consecutivos.
Aunque ya estaba en casa, Emma no tenía la certeza de ser una sobreviviente al coronavirus y el miedo por volver a recaer la mantenía en vela. Con el primer test negativo, el médico la autorizó a salir a su patio a tomar aire, pero no podía dejar su casa. Sus hijas le llevaban alimentos hasta la puerta y la saludaban del otro lado del vidrio. “Los vecinos se portaron conmigo de forma estupenda, nunca esperé que me llevaran comida o que desinfectaran la vereda todos los días”, puntualizó.
“Yo no me animaba a salir al patio, tenía una desconfianza y un miedo increíbles. Por momentos hasta dudaba de mi fe”, admitió la mujer. Finalmente, el 19 de marzo, el médico se presentó en su casa a darle la tan esperada noticia. “Ya estás sana: sos inmune, ni contagiás ni te vas a contagiar”.
Si bien hoy la cuarentena la agarra desde un lugar distinto, sin la preocupación en carne propia, el encierro infectada y en soledad quedará grabado en su mente como uno de sus peores recuerdos. “La pase muy mal sabiéndome tan sola. Tenía una contractura increíble que no me podía ni bajar de la cama, tenía un dolor que parecía que tenía las carnes cortadas”, comentó.
“La cabeza me trabajaba…¿Realmente me habré sanado?”, fue la pregunta que se repitió durante los 12 días que estuvo encerrada sola en su casa. Vecinos e hijas le llevaban viandas de comida todos los días y se la dejaban en la ventana. Gente con la que quizás nunca había hablado se movilizó para hacerle llegar a Emma un pequeño aporte que la ayude a no sentirse sola. “Me ayudaron mucho, me acompañaron y eso me hizo muy bien. Que hayan dado su amor siendo tan peligroso poder contagiarse, es algo que nunca me voy a olvidar”.
Además, siendo Zapala una localidad tan pequeña, el riesgo de estigmatización que corría por tener coronavirus no le significó un problema. “Por suerte nadie tuvo rechazo o miedo por la familia. Todo el mundo estaba asustado por la situación pero nunca nos dejaron de ayudar”, dijo la mujer y admitió que también sus hijas recibieron ayuda de la población.
-> Infectada en soledad
Los días de encierro son difíciles para todas las personas, pero más para aquellos que permanecen aislados y contagiados, como Emma. “No miraba las noticias porque me hacían mal y me daban miedo”, recuerda. Su diversión pasaba por mirar canales de cocina y repostería. Las películas no le gustan y ni siquiera la pandemia logró despertar su interés en el cine.
“Estuve muchas veces bajoneada, pero los ratos que tenía ánimos tejía mucho y limpiaba todo con lavandina”, admite la mujer que a crochet tejió barbijos y carpetas de todos colores. “Concentrarme en los puntos que iba haciendo me hacía poder poner la cabeza en otro lugar”, algo así como contar ovejas a la hora de dormir.
Además, en su patio trasero, la mujer tiene una huerta a la que lleva dedicándole gran parte de su vida. Tiene tomates, repollos, choclo chauchas, zapallos y mucha fruta. “Tengo zapallos de hasta veinte kilos”, admitió orgullosa.
Sin embargo, en medio de la enfermedad, la cosecha no la pudo realizar y fueron sus vecinas quienes se acercaron al lugar. “Yo estaba tan desanimada que ni siquiera me quedé con lo que coseché y regalé todo a mis vecinas”, admitió la mujer.
Cumpleaños con coronavirus
Como parte del cartón lleno de bingo, que empezó con una juntada a tomar mates, el 19 de abril cumplió sus 70 años. “Fue un festejo en plena enfermedad y gracias a Dios puedo estar contándolo ahora”. Un cumpleaños atípico, no solo por el encierro, sino por que la edad, en estas circunstancias, resultaba un factor de riesgo para la enfermedad. “Bastante miedo me dio cumplir años en esta situación”.
Lejos de los flashes de las cámaras, del feliz cumpleaños en familia y de los abrazos, la mujer festejó su cumpleaños a pura videollamada. Si bien el aislamiento social le ponía distancia a los saludos, las tortas y el amor de su familia no podían faltar.
“La fe me dio fuerzas para sobrevivir a todo esto. Conocí a Dios como un hacedor de milagros y sabía que su obra estaba puesta en la labor de los médicos”, admitió la mujer. Aunque la mujer le tenía mucho miedo a la enfermedad y los médicos le teñían una realidad bastante oscura, nunca dejó de rezar.
“Mirá que saliste del fondo” le recuerdan los médicos, con quienes ahora tiene una gran relación. “Me dicen que les hubiera gustado conocerme en otro momento y en otras circunstancias y a mi tambien. Pero ahora, por todo esto les tengo un agradecimiento enorme”, dijo.
Hoy en día Emma se siente bien, no tiene síntomas y se puede manejar por el mundo como si no existiera una crisis. Aunque claro, para cumplir con el protocolo policial, donde va lleva su barbijo. El coronavirus en su cuerpo es tan solo el recuerdo de haber sobrevivido a la peor pandemia que haya visto el mundo.
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