En total, los bomberos registraron 24 muertos, incluidos ocho niños, como consecuencia de las fuertes precipitaciones que han afectado desde el viernes a este estado del sureste de Brasil, el más poblado del país con 46 millones de habitantes.
A diferencia del domingo, en Franco da Rocha, municipio a unos cuarenta kilómetros de la metrópolis de Sao Paulo y donde ocurrió la tragedia, los rescatistas ya no escuchaban los llamados de los sobrevivientes enterrados bajo el lodo.
Sin embargo, aún guardaban una pequeña esperanza de encontrar a una docena de desaparecidos.
“Trece personas ya fueron extraídas. Desafortunadamente, sólo cinco con vida. Continuaremos con las operaciones hasta retirar a todas las posibles víctimas”, dijo a la AFP el coronel de los bomberos Alessandro da Silva.
Las imágenes son impactantes. En la falda de una colina, el deslizamiento creó un enorme sumidero y un alud de tierra devastó todo a su paso. A ambos lados del montón de lodo pardo y ocre, se observan casas totalmente destruidas o al borde del colapso.
Más arriba, otras viviendas coquetean con el abismo y amenazan con derrumbarse por la empinada pendiente. El piso, en tanto, está repleto de ladrillos rojos, varillas de hierro corrugado o restos de lo que alguna vez fueron paredes.
Una docena de bomberos con casco e impermeables amarillos excavan con picos en busca de víctimas en medio del despeñadero; continúan su trabajo minucioso, pese a que cada hora que pasa reduce la esperanza de encontrar sobrevivientes bajo los escombros.
A sus alrededores, decenas de voluntarios forman una larga cadena para pasar baldes llenos de fango y ayudar a los uniformados a despejar el suelo.
“Cerca de la casa de mi vecino, en un barranco, detrás de un muro, hay tres cuerpos. Podemos ver a un padre y su hijo entrelazados. Tendremos que romper el muro para sacarlos de allí”, cuenta Julio Bezerra da Silva, un habitante de 57 años del popular barrio Parque Paulista, donde ocurrió el desastre.
– Temporada de lluvias mortífera –
La mayoría de los deslizamientos de tierra mortales en Brasil ocurre en zonas de viviendas construidas de manera precaria y levantadas en las laderas de colinas, como las de Franco da Rocha.
“Los bomberos no confían en que haya personas vivas allí. Dios quiera que estén vivos. Ayer alguien pedía socorro, hoy ya no se escucha su voz. Están intentando sacar su cuerpo, con o sin vida”, lamenta Bezerra da Silva.
El gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, destinó 15 millones de reales (unos 2,8 millones de dólares) para ayudar a las diez localidades más golpeadas en el estado.
Más de 1.500 familias fueron desplazadas por la emergencia, informó el gobierno.
Desde el inicio de la temporada lluviosa en octubre, Brasil ha sufrido fuertes precipitaciones, especialmente en los estados de Bahia (noreste), donde murieron 24 personas, y de Minas Gerais (sureste), donde hubo al menos 19 víctimas fatales y miles de desplazados.
Según los especialistas, estas lluvias torrenciales se deben, entre otras cosas, al fenómeno meteorológico La Niña, un enfriamiento en el Océano Pacífico que provoca más lluvias de lo habitual en ciertas regiones del planeta y terribles sequías en otras.
Y de manera más general, los fenómenos extremos están aumentando debido a la crisis climática, señalan.
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