Falta poco para el mediodía y María Noguera se despide de los psicólogos que la contienen en su casa de la localidad correntina de 9 de Julio y la ayudan a transitar la vida sin Loan, el menor y el más ruidoso de sus ocho hijos, desaparecido hace 100 días y el que busca un país. “Es difícil, estoy angustiada, pero intento hacer mis cosas, no las hago tranquila, pero las hago, siempre pensando en él. En realidad, no me distraigo, yo estoy”, dice en diálogo con Infobae mientras lava la ropa y saluda a su esposo, José Peña, que se va a trabajar.
María recuerda al detalle ese 13 de junio pasado, el día en que su vida se oscureció. Se festejaba el día de San Antonio y nadie trabajaba, tampoco había clases. José se levantó temprano y le avisó que iba a ir hasta el paraje Algarrobal donde vive su madre, Catalina, a llevarle un kilo de carne.
“Loan escuchó, porque siempre se levanta bien temprano, y le pidió ir con él. José le dijo que necesitaba mi permiso. Yo sabía que él andaba hace rato con ganas de ir al campo y, cuando vino a mi pieza a preguntarme, lo dejé. Se puso contento, se vistió con su remera, su pantalón, su gorrita y sacó el caballo. Lo alcé y le pedí que se porte bien”, relata.
Todavía resuena en la cabeza de María ese ‘bueno mami, nos vemos más tarde’ que le escuchó decir antes de irse con su papá a comer con su abuela.
Horas después se desataría el infierno para María. Loan terminó el almuerzo en la casa de su abuela y se fue con su tío Antonio Benítez, la pareja de Mónica Millapi y Daniel Ramírez, y cinco niños más a un naranjal. Esa fue la última vez que lo vieron. “Pensábamos que estaba perdido, que al ratito lo encontrábamos”, recuerda.
-¿Qué pensás que pasó?
–Se lo llevaron. No encontramos nada, no hay más nada de él. Lo único que se encontró la zapatilla, pero encima sabemos que fue plantada. Se buscó y se buscó y nada. La verdad es que no sé por qué se lo llevaron. Queremos saber, queremos saber quién, por qué y por qué a él. ¿Por qué nos tocó a nosotros? ¿Por qué le tocó a él? Esa incertidumbre… Este es un lugar tranquilo y más ese campo. Nunca pasó en este pueblo. A veces pienso, y pienso cualquier cosa, por una venganza, pero la verdad que no sé.
La causa por la sustracción y el ocultamiento del niño que investiga el juzgado federal de Goya, a cargo de Cristina Pozzer Penzo, tiene siete detenidos. Dos de ellos son parientes directos: la hermana del papá de Loan, Laudelina Peña, y el marido de la mujer, Benítez. Ella, según los investigadores, fue quien plantó un botín del nene para desviar la causa. María está furiosa, con ellos dos aún más.
“Alguno de los dos tiene que saber algo. ¿Qué razón hay detrás para guardarlo? Nosotros solo queremos saber lo que pasó, lo queremos encontrar sano y salvo. Es mi hijo. Que nos digan dónde está y que termine con este sufrimiento, porque estamos sufriendo”, suplica.
-¿Por qué creés que no hablan?
-Yo creo que no hablan porque ya, a esta altura, están re complicados. O sea, tampoco es como que van a zafar de esta. Por lo menos, Laudelina está muy complicada en la causa. Y, si es como dicen, que ella está amenazada, que tiene miedo por los hijos… Yo digo esto: ella sabe dónde están sus hijos, están vivos. Yo no sé nada. Ellos no tuvieron corazón, no pensaron. Sé que a ella no le importa su sobrino. La verdad es que no sé qué le está pasando por la cabeza a esa señora, está totalmente loca.
-¿Qué le dirías si la tuvieras en frente ahora?
-Le diría que me diga qué pasó. Ella sabe y su marido también. Le pediría que me diga dónde está, qué le hicieron, qué pasó con Loan. Y a los que lo tienen, les pediría que lo cuiden, que no le hagan cosas muy feas, que lo tenga bien y que lo abriguen y le dé de comer, pero que me lo largue lo antes posible.
-¿Vos pensás que él está en Argentina?
-Sí, en Corrientes. No sé dónde, pero él está por acá nomás. Acá se allanó sólo la casa de los presos, pero no todo el pueblo. No sé, es lo que me cruza por la cabeza cuando pienso y pienso, y pienso cualquier cosa. Mi cabeza ha ido por todos lados en este tiempo. Y sueño que él está volviendo, que lo largaron y me lo trajeron… Y me levanto con esa sensación, es como si lo estuviera teniendo frente a mí.
Madre de otros seis varones, Mariano, José, Cristian, Alfredo y un adolescente; y también de una nena de 11 años, María cuenta: “Si me dan ganas de desahogarme, como lo estaba haciendo hace un rato, a la nena la esquivo y la evito para que no se ponga mal. Pero decae, tiene su angustia, aunque está un poquito más fuerte que nosotros. Ayer nos contaba que sueña con Loan, así que es difícil para ella y para todos. Por suerte está yendo a la escuela”.
La ropa ya la lavó y ahora sostiene el secarropas porque no le funciona la traba. Reconoce que ya no toma tantos calmantes como al principio, cuando incluso sus hijos cuidaban que no viera los medios de comunicación. La angustia la corroe, solo que ahora está más consciente. La búsqueda es el motor que la obliga a no claudicar, pero tiene sus costos.
“Las marchas a veces me ponen peor, lo he hablado con la psicóloga, me angustian más, pero tengo que estar. Ahora nos turnamos con José, él va a unas, yo a otras. Pero los padres tenemos que estar presentes”, se obliga.
-A José, ¿cómo lo ves?
-También está muy angustiado, pero tratamos de no caernos porque si nos pasa eso se cae todo. Él se guarda más cosas, es más introvertido, se calla los sentimientos. Él se siente como culpable, porque estaba con él. Y la doña (NdeR: por Catalina, la abuela) también, porque fue en su casa. Tienen como ese pensamiento culposo, responsable de lo que sucedió.
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