A 107 años del primer cruce aéreo de los Andes

A pesar del desafiante clima invernal, el 13 de abril de 1918, el teniente Luis Candelaria emprendió una hazaña histórica. Con determinación y coraje, logró realizar el primer cruce en avión de la imponente Cordillera de los Andes, alcanzando los 4.000 metros de altura durante el vuelo. Partió desde Zapala, y aterrizó en Cunco, en territorio trasandino, marcando un antes y un después en la aviación. Este acontecimiento quedó grabado en la historia como un símbolo de valentía e innovación.

El teniente Luis Candelaria, nacido el 29 de octubre de 1892 en Buenos Aires, fue hijo de Luisa Micossi y Victorio Candelaria. Desde joven demostró su vocación militar, ingresando al Colegio Militar de la Nación poco antes de cumplir 16 años. Con disciplina y esfuerzo, egresó dos años después como subteniente de Ingenieros, iniciando así una carrera que lo llevaría a protagonizar una de las hazañas más destacadas de la aviación argentina.

En 1914, a la edad de 21 años, Luis Candelaria, profundamente apasionado por la aviación, se vio conmovido por la trágica muerte de Jorge Newbery. Inspirado por su legado, prometió cruzar la cordillera de los Andes como homenaje al gran piloto, una vez que obtuviera su título de aviador militar. Dos años más tarde, fue confirmado como alumno efectivo y completó su última prueba de vuelo, quedando en condiciones de recibir su diploma de aviador militar.

El ingeniero Jorge- Newbery en su avión.

En ese momento, la Primera Guerra Mundial se acercaba a su fin en Europa. El cruce aéreo de las cumbres cordilleranas seguía siendo extremadamente desafiante; los pilotos, en habitáculos abiertos, permanecían expuestos al implacable clima y a la incertidumbre del destino meteorológico. Candelaria comenzó a observar cuidadosamente el horizonte y, decidido a cumplir su promesa, rescató un avión en Mendoza que estaba en un hangar, abandonado, sin hélice, con el fuselaje dañado y serios problemas en el motor.

Aeroplane Morane-Saulnier J
L (Parasol) “Mendoza”
Primer cruce de Los Andes por el Tte. Luis Cenobio Candelaria – 13.Abril.1918

La histórica travesía aérea de la Cordillera de los Andes estuvo marcada por el esfuerzo conjunto del teniente Luis Candelaria y su equipo de confianza, encabezado por el mecánico Soriano y sus auxiliares. En aquel entonces, la idea de cruzar la cordillera en avión generaba debates apasionados entre argentinos y chilenos, quienes aspiraban a ser los primeros en lograr semejante proeza. Sin esperar la autorización de sus superiores, Candelaria decidió tomar la iniciativa y, junto a sus mecánicos, desmontó en el Palomar la Morane Saulnier Parasol 80 HP, una ligera avioneta de un motor y una sola plaza.

Según los documentos históricos, se destacó la labor del mecánico Miguel Soriano, junto con los aprendices Juan Valentini y Ramón Jiménez, fue crucial para el armado, desarme, reparación y mantenimiento del avión. Sin mayores inconvenientes, el equipo emprendió el viaje en el mismo tren que transportaba la aeronave desarmada. El 5 de abril de 1918, a las 11:30, llegaron a la localidad de Zapala, listos para continuar con su promesa.

Durante el trayecto, el teniente Luis Candelaria entabló amistad con Gabriel Marlats, un vecino de Zapala cuya colaboración y conocimiento local resultaron de gran ayuda para avanzar con el proyecto. Este vínculo marcó el inicio de los preparativos finales para la hazaña que dejaría una huella indeleble en la historia de la aviación.

Al llegar a Zapala, descargaron todo en un galpón del ferrocarril. Una semana después, ya armado, y bautizado como Morane, voló por primera vez en el cielo zapalino ante la sorpresa de toda la población.

La cordillera del Chachil se alzaba imponente ante sus ojos, representando el desafío a superar. Los habitantes de Zapala observaban con asombro el “pájaro mecánico” como lo llamaba la gente, que pretendía imitar el vuelo de las águilas y cóndores, tan comunes en la zona. Sin embargo, no imaginaban que el futuro les otorgaría un papel protagónico como testigos de un hecho histórico para la aviación en la Patagonia.

El avión fue armado por Soriano y sus aprendices, quienes lograron dejarlo en condiciones óptimas para las pruebas de vuelo que se hicieron. La hélice, de madera argentina de petiribí, había sido fabricada en los talleres de la Escuela de Aviación, mientras que el motor, un “rotativo Rhone 80 HP”, contaba con un juego de bielas capaz de resistir los desafíos del viaje. Los pistones también eran de fabricación nacional, realizados por la Casa Mariscal Hnos. De los nueve cilindros que poseía el avión, solo seis estaban en condiciones de uso.

En Zapala, contaron con la colaboración de varios vecinos, entre ellos Gabriel Marlats, Nicolás F. Bosco, Estévez, Miranda, Martín Echeluz, Abdala, Ricardez, Monti y otros. Aunque rehuía “toda publicidad”, Candelaria no pudo rechazar el banquete que le ofrecieron. Durante el evento, tomaron la palabra Ricardez, Monti y Miranda, a lo que Candelaria respondió “con frases elocuentes y muy adecuadas”.

Finalmente, llegó el día decisivo. Los tanques fueron cargados con suficiente combustible para cuatro horas de vuelo: 130 litros de nafta y 36 litros de aceite de ricino. En el cajón trasero, llevaron herramientas para reparaciones inmediatas, repuestos indispensables, dos linternas eléctricas grandes con varias pilas de repuesto, una gran cantidad de fósforos, un ‘Colt’ con balas, un cuchillo de monte, una manta, varias mudas de ropa, algunos víveres, una botella de coñac, material para escribir, el famoso mapa de Ludwig, un barógrafo registrador con su cinta barográfica en marcha y un pequeño botiquín.

Frente al asiento del piloto se encontraban el reloj contador de revoluciones, el altímetro y la brújula. Sin embargo, no había termómetro, lo que añadió una dificultad más a la ya ardua travesía.

“Si no vuelvo, búscame en la cordillera”

El 13 de abril de 1918 llegó la decisión. Había nevado. El avión ya estaba en la pista, pero el teniente Luis Candelaria no escuchó los consejos de postergar la partida, a pesar de estar agripado y de enfrentar la oposición de sus superiores. Probó el motor y, satisfecho, le susurró al mecánico Soriano: “Si no vuelvo, búscame en la cordillera”. Eran las 15:30.

Las elevaciones comenzaron a aparecer: el cerro Cancino y su similar, el cerro Carrere, en la cordillera del Chachil. Después del cruce cordillerano, ya en Chile, pasó por los lagos Icalma y Hueyeltue, así como por la cordillera de Irrampe. En ciertos momentos, su vuelo alcanzó más de 4.000 metros de altura. Buscando un lugar para aterrizar, divisó la localidad de Cunco, donde empezó a volar en círculos. Finalmente, eligió aterrizar en un terreno pequeño y limitado por un arroyo barrancoso a la izquierda. En el intento, se llevó por delante un corral que cedió rompiéndose sus maderos y provocando el estruendo de la hélice mientras el Parasol realizaba una acrobacia obligada, volteándose en el aire.

En su informe, el propio Candelaria relató: “Una vez detenido bruscamente el aparato, me encontré cabeza abajo, colgando de las correas, mientras la nafta salía en abundancia de las tapas de los tanques. Con esfuerzo, y ayudándome del asiento, logré soltar las correas apresuradamente y deslizarme entre el fuselaje y las alas, hasta tocar tierra primero con las manos. Sentí como si estuviera gateando de regreso a la vida”.

La primera mano que estrechó, según continuó Candelaria en su escrito, fue la del señor Eustaquio Astudillo, quien estaba acompañado por otras personas. “¿Dónde estoy?”pregunto. Astudillo, admirado, le dijo: “Está usted en Cunco, señor.

El teniente Candelaria había cumplido la hazaña que demandaron los 230 kilómetros recorridos con tan solo 25 años de edad. Con su frágil máquina desafió las bajas temperaturas, las turbulencias violentas de la región montañosa y el desconocimiento del punto de llegada, pero mantuvo firme el timón de su nave Morane Saulnier Parasol de 80 HP. Cumplió la hazaña, había aterrizado en un pequeño paraje y fue recibido con gran sorpresa por los pobladores y autoridades del lugar

Desde Zapala, con su primer avión y piloto, se había concretado la histórica travesía de los Andes. Luis Candelaria había partido del suelo argentino a las 15:30 y, a las 18:00, el Morane tocaba tierra chilena, culminando con éxito una hazaña que quedaría grabada en la historia.

El histórico cruce de los Andes: La hazaña aérea de Candelaria en las páginas de la prensa argentina

Las más destacadas publicaciones periodísticas del país se refirieron a la hazaña aérea de Luis C. Candelaria. Una de ellas, “Flores del Campo” de Viedma, en su edición del 18 de abril de 1918, expresó: “El Paso de los Andes. El sueño de Jorge Newbery acaba de ser realizado. Un teniente de nuestro ejército, Luis C. Candelaria, ha recorrido la ruta estupenda, consumando una hazaña realmente magnífica: la tentativa malograda de varios animosos antecesores. La emocionante aventura produce en todas partes la impresión consiguiente. Se considera que el raid del teniente Candelaria constituye una de las páginas más bellas, si no la más bella, de cuantas han llenado hasta aquí los conquistadores del aire en su noble afán por alzar el dominio del hombre hasta el seno majestuoso de lo inaccesible”.

Luis Candelaria falleció en San Miguel de Tucumán el 23 de diciembre de 1963 y, respetando sus deseos, fue sepultado en el cementerio de Zapala.

En su tumba se grabó una única inscripción en mármol blanco:

“13 de abril de 1918”.

A 107 años de aquel sábado 13 de abril de 1918, cuando el macizo andino fue vencido, Zapala no solo fue el punto inicial de esta histórica travesía, sino también su destino final en memoria. Una hazaña grabada para siempre como la del primer avión que cruzó los Andes.

Bibliografía y fuentes principales: Larra, R. “La conquista aérea”, 1979; Candelaria, L. C.: “Primer cruce”, 1918;
Menéndez, J. M. Zapala, Rev. “Aquí nosotros” Nº 9, 1968; diario “La Prensa”, 13/4/86; diario “Río Negro”,
17/4/90 y 15/4/2008; Pérez Morando,H.: “El cóndor”- Biblioteca Patagónica
(VECh) y otros

zapala8340

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