El escrito original está desaparecido y lo único que se pudo conservar de aquella histórica jornada son copias del acta, que se encuentran guardadas en el Archivo General de La Nación.
Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de diferentes provincias que, tras varios meses, acordaron firmar la proclama que expresaba la voluntad de emancipación y la creación de un gobierno soberano e independiente.
El martes 9 de julio de 1816 estaba soleado y a eso de las dos de la tarde los diputados del congreso comenzaron a sesionar el “proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país”.
La proclama se concretó en la casa de Francisca Bazán de Laguna, alquilada para la ocasión. Este sitio se declaró monumento nacional en 1941 y se bautizó como La Casa de Tucumán, ícono inevitablemente asociado al Día de la Independencia.
Bajo la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el secretario Juan José Paso preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”.
El texto elaborado el 9 de julio de aquel año que marcó un punto de inflexión en la historia Argentina expresó: “Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
De esta manera, quedaba expresamente rechazada toda fórmula intermedia que habilitara algún tipo de protectorado. Se trató entonces de una manifestación clara, acorde con el pedido del general José de San Martín, de declarar la Independencia absoluta de las Provincias Unidas respecto a la corona española y “de toda otra dominación extranjera”.
El 6 de julio de 1826, Bernardino Rivadavia, presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, ordenó que el 9 de julio se conmemorase junto al 25 de mayo.
Sin embargo, el 11 de junio de 1835, el entonces presidente de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas, dispuso mediante un decreto que la celebración del 9 de julio debía hacerse con los mismos preceptos que la del 25 de mayo.
La proclama se publicó en español, como así también en quechua y aymará con el fin de incorporar al proceso a los pueblos originarios y que todos supieran lo que pasó el 9 de julio de 1816.
FUENTE DIARIO PERFIL
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