El Domuyo está creciendo a un promedio de 11 centímetros por año
Se lo creía extinguido, pero desde 2014 está creciendo a un promedio de 11 centímetros por año, según estudios realizados a partir de información satelital. Los datos alertan sobre el riesgo de una posible erupción, que podría afectar en forma directa a varias ciudades del norte de la provincia de Neuquén. El Domuyo tiene una historia de explosiones dramáticas.
Su nombre mapuche significa que tiembla y rezonga. Es que la historia del volcán Domuyo, que nace en la Cordillera del Viento, en el norte de la provincia de Neuquén, incluye explosiones dramáticas y destructivas, con derrumbes de sus paredes y avalanchas violentas. Se creía que estaba dormido. Pero estudios recientes dan cuenta de que está aumentando su tamaño, a razón de unos 11 centímetros de altura por año. Todo parece indicar que puede haber riesgo de explosiones, que podrían ocurrir en un tiempo no determinado, según sostienen los investigadores.
“Mediante una técnica que consiste en monitorear un volcán en forma satelital y hacer lecturas consecutivas al cabo del tiempo, se puede determinar, a nivel milimétrico, si el volcán cambia su forma”, explica Andrés Folguera, investigador en el Departamento de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Por su parte, Ana Astort, licenciada en Física y becaria doctoral en Exactas UBA, acota: “La técnica se denomina interferometría de radar, y la combinamos con estudios que detectan variaciones en la aceleración de la gravedad”.
Esas variaciones en la gravedad pueden indicar, en profundidad, zonas donde hay material fundido y gases, es decir, implican la presencia de una cámara magmática que es lo que alimenta a los volcanes activos. El material fundido y los gases tienen menor densidad que la roca, por ello, se pueden percibir variaciones muy pequeñas en la gravedad.
Astort registró que el volcán, desde 2014, se está inflando, es decir, está aumentando tu tamaño. Esta información coincide con los datos gravimétricos que indican un déficit de masa en profundidad por la presencia de material fundido.
“Estos estudios revelan que el Domuyo no sólo es un centro volcánico activo, lo cual es una novedad pues se lo creía dormido o extinguido, sino también que, potencialmente, puede explotar”, destaca Folguera.
Cabe aclarar que, mientras que este volcán crece unos 11 centímetros por año, los Andes, en general, incrementan su altura en unos pocos milímetros anuales.
Crecimiento acelerado
El Domuyo convive con otro centro volcánico que es la Laguna del Maule, en el límite argentino-chileno, que tiene la forma de una caldera de unos 25 kilómetros por 15. Esta laguna contiene varios volcanes pequeños, conos y cráteres volcánicos. “Este centro volcánico se está inflando a gran velocidad, la máxima registrada en la Tierra para un centro volcánico”, comenta Folguera.
Si se consideran los daños que esos volcanes produjeron hace miles de años, si llegaran a explotar, comprometerían directamente a varias localidades. En el caso del Domuyo, se pondrían en riesgo las localidades de Varvarco, Las Ovejas, Andacollo y Barrancas, poblaciones que están en las cercanías y serían afectadas por el material incandescente, en la forma de lo que se conoce como flujos piroclásticos. Sería similar a lo acontecido en Pompeya, en el año 79, o incluso un proceso mayor en relación con la cantidad de material emitido.
Andrés Folguera y Ana Astort.
“En general, cuando los estudios muestran que un volcán se encuentra en proceso de inflación, los servicios geológicos necesitan intensificar el plan de monitoreo permanente, por ejemplo, colocar sismógrafos en torno al volcán”, advierte Folguera.
Un ejemplo de ello es la caldera de Yellowstone, ubicada en el parque del mismo nombre, en Estados Unidos. Si bien tiene un crecimiento inflacionario más lento que el del Maule, el servicio geológico estadounidense lo está monitoreando en forma constante.
El Monte Santa Helena
La capacidad destructiva de las explosiones de volcanes similares se puso en evidencia con la erupción, en mayo de 1980, del Monte Santa Helena, ubicado en el estado de Washington, en Estados Unidos. El evento causó más de cincuenta víctimas, y la destrucción de decenas de puentes, 24 kilómetros de vías férreas y 300 kilómetros de autopistas. “Se sabía que se estaba inflando, y explotó generando una avalancha de rocas”, describe Folguera.
La inflación de un volcán se produce por inyección de magma desde la profundidad. De este modo, hay gases y material que pugnan por salir. “Ello no necesariamente va a desembocar en una explosión dramática, porque el volcán puede desinflarse si logra evacuar el gas a través de grietas en sus paredes”, aclara el investigador.
El Domuyo y el Maule son dos centros con características explosivas, si entran en erupción, como ha sucedido a lo largo de su historia, el escenario puede ser catastrófico. “Los flujos piroclásticos avanzan a velocidades de 300 kilómetros por hora, y arrasan con todo”, indica Folguera, y concluye: “Sería un escenario mucho más dramático que el de cualquiera de los volcanes de la cordillera que se encuentran en actividad”.