Desgarrador relato: “Nos violaba en nombre de Dios”
Habló una hija del hombre que fue enjuiciado en Zapala. Una de las víctimas relató la pesadilla que vivieron con su padre, quien con su delirio místico sumió a las hijas en un infierno de abusos, maltratos y explotación en la localidad de Alumine.
“Nos decía que era un enviado de Dios y que su voluntad era que él fuera nuestro primer hombre. Aseguraba que nadie nunca le iba a poder hacer nada porque él era un hombre de Dios”. Así arrancó su desgarrador relato una de las hijas de Juan Carlos Jaime de 75 años.
Desde pequeñas, el padre les impuso su delirio místico mesiánico por el cual después las sumía en una vida infernal, plagada de abusos, maltrato y explotación. Cuando pasaban los 11 o 12 años, abusaba de ellas en una suerte de rito de iniciación donde él debía ser, por mandato de Dios, su primer hombre.
Una a una fueron escapando de la casa, entre los 16 y 17 años, hasta que la del medio logró develar toda la trama.
La protección divina no le terminó sirviendo al chacal, ya que la justicia terrenal lo condenó a 21 años de prisión, aunque por su edad –75 años– podría cumplir la pena en su casa, solo y abandonado en medio del campo. Quizás un destierro que no podría haber profetizado por el cual los avernos se ciernen finalmente sobre él.
La pesadilla de ser mujer
La familia está compuesta por once hermanos, seis varones y cinco mujeres, que fueron las que padecieron a su padre.
“A las mujeres, ni bien teníamos la primera menstruación, comenzaba a tratarnos diferente. Te decía que eras la hija que más quería y te comenzaba a llevar para todos lados. Nos decía que nos iba a comprar esto o aquello, ‘pero tenés que dejar que papá sea tu primer hombre porque así lo quiere Dios y vos sos una enviada de Dios para mí’”, recordó llorando una de las víctimas.
A casi todas las sometió a abusos cuando tenían entre 11 y 12 años. Y los hechos se extendieron hasta que ellas resolvían, con 16 o 17 años, irse de la casa, tal como pasó con las dos hermanas mayores de la joven.
“Ellas cuando pudieron se fueron y decidieron no volver más. Nunca entendí por qué se habían ido de la casa en ese entonces”, contó la joven al diario LMN.
Para evitar que revelaran las situaciones que vivían, las desescolarizaba. “Las dos más grandes fueron escolarizadas, a nosotras tres nos negó los estudios y hasta ir al hospital. Nos tenía en cautiverio en un campo. Estábamos tiradas como perros todo el día y a la tarde nos buscaba para que fuéramos a trabajar en su comercio”, detalló.
La joven contó que fue a la escuela hasta los 12 años, pero a la hermana que le seguía la sacó antes de terminar la primaria y a la más chica ni siquiera la envió a la escuela. “Él decía que la escuela era para perder el tiempo, para encontrar machos, y que las maestras eran todas unas víboras. No nos dejó que tuviéramos los derechos que nos correspondían como personas”, expresó la joven.
La huida y el develamiento
A los 17 años, cansada de los abusos y el maltrato de su padre, tomó la decisión de huir de la casa, escapar.
“Me fui en 2016 y por las redes sociales volví a tener contacto con mis hermanas mayores”, relató. Así restableció parte del vínculo con su familia, pero no les contó nada de lo que había sufrido. Ese era un doloroso secreto que le quitaba el sueño, pero su ser, su cuerpo, su mente se resistían a ponerlo en palabras.
Lo cierto es que dos años después de su fuga a la libertad, su vida estaba en tránsito y de la manera menos previsible se produjo el develamiento.
“En la cena de Año Nuevo de 2018, mis hermanas me reclaman porque no había invitado a una de mis hermanas mayores. Ahí se generó una discusión, porque a mi hermana, la que no fue, le decíamos ‘la muerta’ porque no hablaba y tenía problemas mentales. Entonces, mi otra hermana mayor contó que era así por todos los abusos que había sufrido por parte de nuestro padre”, detalló la joven, y se sumió en un profundo y doloroso llanto.
En ese momento, el nuevo año ya dejaba de ser un festejo para transformarse en una reunión plagada de lágrimas, recuerdos e historias sórdidas que debieron experimentar todas y cada una de ellas cuando estaban a merced de su padre.
La joven les reclamó a sus hermanas más grandes por qué las habían dejado a ella y a las dos menores abandonadas. Pero la respuesta se fundió en el silencio. “Puedo entenderlas, no soy quién para juzgar sus tiempos. Quiero entender que si ellas se fueron sin decirnos nada fue porque temían, como yo temía, porque el día que fui a hacer la denuncia yo temía por mi vida y la de mis hijos, porque no sabía cómo iba a reaccionar”, explicó.
Tras el develamiento, a la joven le dio desesperación por la situación en la que estaban viviendo sus hermanas menores. “En ese momento decidí comenzar a averiguar para sacar a mis hermanas, que todavía estaban con mi padre. Averigüé y denuncié en Acción Social del Municipio el estado en el que las tenía y logré sacarlas y las llevé a vivir conmigo. Les dije que las sacaba para que no les pasara nada, para que no las dañara como a nosotras”, recordó.
Solo la más chica había logrado rehusarse a los abusos del padre. Esto la había convertido en el blanco de la ira del chacal, que la maltrataba constantemente.Si me relajo, revivo todas esas cosas que me hacía y que me causaron tanto asco y dolor”, dijo la víctima, hija del chacal
La denuncia
Habían pasado diez meses desde que las hermanas sacaron a la luz ese secreto aterrador que tenían en su interior, cuando una de ellas se cruzó con el padre.
“Me dio demasiada impotencia el día que pasé por al lado de él y me dijo: ‘Vos, basura, todo lo que estás haciendo lo vas a pagar con tu vida, Dios hace justicia’. Así que ahí le contesté y me fui el 18 de octubre de 2018 a fiscalía y expuse todo lo que me pasó. Nunca pude contar todo, y cada vez que paso por algunos de los lugares donde él se tiraba al costado de la ruta y me hacía ir para la parte de atrás del camión, se me vienen a la cabeza todas las veces que me obligó a estar en situaciones que yo no quería estar”, contó la joven.
A la fecha, lleva un año y medio de tratamiento psicológico, y las secuelas que le dejó su depredador son infinitas. “En parte siento que me ayuda y en parte siento que no. No puedo ser una buena mamá, tengo dos hijos y no tengo ganas de jugar con ellos ni sentarme a dedicarles cariño. Prefiero estar siempre activa y con la cabeza ocupada porque, si me relajo, revivo todas esas cosas que me causaron tanto asco y dolor. No pude rehacer nunca mi vida, me cuesta mucho dormir en paz”, resumió sobre su estado actual.
Más que una condena
Tras dos años de perseguir justicia, la joven logró que su padre fuera condenado por los abusos que habían sufrido ella y sus dos hermanas menores, ya que las causas de las mayores prescribieron.
La fiscal jefa Sandra González Taboada junto con la fiscal Laura Pizzipaulo llevaron a juicio por jurados al chacal. El veredicto del jurado popular fue culpable por unanimidad.
A la hora de la pena, audiencia que se realizó a principios de esta semana, él pidió retirarse antes y que la abogada lo notificara de la sentencia. “Eso fue para mí muy doloroso. Por un lado, sentí que la justicia sí existe, porque él nos metió en la cabeza que nadie le iba a poder hacer nada porque él era un enviado de Dios y que a los que Dios cuida no les pasa nada”, relató la joven.
A la condena que le dictó la justicia terrenal se suma un valor agregado. “El hecho de que hayan sido mujeres las que lo juzgaran, tanto la fiscalía como la jueza, para él fue lo más humillante que le pudo haber pasado y para mí fue lo más glorioso, porque él siempre decía que la mujer no servía para nada”, dijo conmovida. “
“Solamente me da mucha impotencia que haya sido tan tarde, porque las cosas que tendrían que haber salido a la luz años atrás salieron ahora cuando él, por su edad, no puede cumplir la condena tras las rejas y va a estar en la casa con mucha comodidad”, concluyó, agradecida por haber podido expresarse y con la ilusión de que su testimonio ayude a muchas otras mujeres que atraviesan pesadillas similares.
Fuente LMN