Pascual venció al clima patagónico: cosechó maní en Darwin
Las ganas de experimentar que muestra este norteño dieron resultado en su pequeña huerta. Ahora va por más cantidad.
“Si alguien tiene tierra y se anima lo hacemos juntos”, dice Pascual Burgos desde su huerta en el pueblo ferroviario de Darwin, al mismo tiempo que abre la mano y enseña un puñado de maníes de su última cosecha, algo inédito para la región.
Probó varias veces. En una oportunidad salieron dos plantitas, pero no tenían mucho espacio y las invadieron los tomates y morrones. El pasado verano, con los dos bordos de 20 metros de largo y mucha luz, vinieron con fuerza.
El maní es un cultivo tradicional del norte del país y de fuerte producción en Córdoba. Muy demandado por el boom de consumo de las cervezas artesanales y el siempre vigente vermut de la tarde.
Maní en Darwin, un triunfo sobre el clima patagónico
Las ganas de experimentar de Pascual y su esposa Norma para “ver si se les daba” le ganaron al clima patagónico, que ya no es tan frío y muestra los efectos del cambio climático, con temperaturas más altas que se anticipan al verano.
“Me dicen que no hay antecedentes, que nadie lo ha sembrado aquí”, se entusiasma el hombre nacido en Jujuy y que trabajó muchos años en chacras, huertas y empresas frutícolas del Valle Medio.
“Sembré durante toda mi vida, pero nunca maní”, aclara Burgos. “Y eso que lo tenía a mano en San Pedro, Jujuy, pero no le di importancia”. Hace dos meses viajó al norte visitar a su madre y hermanos y les llevó unos kilos «para que los disfruten».
Reconoce que la tierra de Darwin le jugó a favor porque es muy arenosa, algo indispensable para este cultivo.
La casa en la que vive con Norma, toda una experta en la elaboración de la sopa de maní, perteneció a la colonia ferroviaria. Desde la vereda se ve la vieja estación del tren. Unos chicos juegan al fútbol en un descampado cerca de las vías. “Acá llueve y a las dos horas se rearma el partido porque esta tierra absorbe todo”, explica Burgos.
“Me dicen que nadie lo ha sembrado aquí en la zona porque no se puede dar. Hasta el intendente vino a ver las plantas cuando coseché”.
Pascual Burgos, horticultor.
En su huerta, donde ha cosechado ajos, morrones, berenjenas, tomates y habas, utilizó dos bordos de 20 metros y plantó los granos de maní, separados por el largo de la pisada de un zapato.
Sembró en octubre del 2022 y en marzo cosechó sus primeros 20 kilos, pero podrían haber sido muchos más. Es que las plantas -que crecen a la altura de las del tomate- deben ser inclinadas cuando tienen los brotes y tapados con tierra para que pueda formarse el maní, algo que Pascual supo después del logro.
Norma lo explicó así: “Los que lo siembran en el norte le dijeron a mi marido que a medida que la planta crece hay que aumentarle la tierra, apretar la plantita, porque de cada nudo que va generando vendrá un maní”.
Entusiasmados por la cosecha, el próximo paso será conseguir algunos metros de nylon para armar un invernadero en el patio y obtener maní en primavera. Le apuntan a una variedad más grande, el Virgina, que es rojo con rayas blancas y produce dos maníes por vaina. Una sobrina les traerá medio kilo de Bahía Blanca para que hagan la prueba.
Precio
$ 1.200El valor del kilo de maní en los comercios de la región
Pero Burgos no se queda sólo con la idea del invernadero y va por más. Dice que si algún productor de la zona dispone de media hectárea con tierra arenosa podrían producirlo y dividir la cosecha. El hombre que experimenta con los cultivos se tiene mucha fe: “Sólo es cuestión sembrar, regar y tener paciencia: Ya aprendí como hacerlo”.
Con el método de “probar y ver si sale”
“Voy a probar para ver si sale”. Esa es la consigna que guía siempre a este horticultor.
Sus largos años de trabajo con la tierra le dieron un conocimiento que ahora, ya jubilado, aplica en los pocos metros de los que dispone.
Reconoce que nunca pudo hacer “una buena diferencia económica” con lo que sembraba. “No tuve suerte, producía, pero los precios luego iban para atrá”, explica. Un mandarino en la vereda de su casa – envuelto en tela antihelada y con sus frutos a punto- habla de su nuevo intento. Lo mismo que el árbol con naranjas de ombligo en el patio interno. Luego enseña una planta de palta. Se sabe que nunca han dado en la región, pero a Pascual no le importa. Para él no hay imposibles.