A 13 años de la muerte de Raúl Alfonsín: qué pasó en 1983, cuando asumió la presidencia
En sus primeros días de gestión hubo aumento salarial, comienzo de una búsqueda de reactivación del mercado interno y la creación de la CONADEP.
El 10 de diciembre de 1983 fue una verdadera jornada de fiesta para todos los argentinos. Raúl Alfonsín, que había ganado las elecciones el 30 de octubre, juraba y asumía la Presidencia de la Nación y por un día la gente le dio la razón: no hubo peronismo ni antiperonismo, no hubo radicales ni antirradicales.
“El pueblo unido jamás será vencido”, cantó espontáneamente la multitud que había llenado la Plaza de Mayo como tantas veces antes y como tantas otras después, aunque con un ángulo totalmente invertido: dándole la espalda a la Casa de Gobierno dado que el centro de la escena estuvo en el extremo opuesto, en el balcón del Cabildo. En 1810 y en 1983 también.
Y por allí apareció Raúl Alfonsín acompañado por el vicepresidente Víctor Martínez y juntos saludaron. Sin embargo, ese gobierno, el radical, era esencialmente el gobierno de Alfonsín, del nieto del gallego Serafín que había llegado de Galicia a la Argentina promediando el siglo XIX y se instaló en Chascomús. Y era, también, el gobierno del primer presidente de la Unión Cívica Radical que había ganado las elecciones compitiendo en las urnas contra el Partido Justicialista.
Para un gran orador como Alfonsín, que tenía sus discursos en la cabeza y que pocas veces leía, menos aún cuando les hablaba y arengaba a las multitudes, en ese mediodía porteño encontró en la gente esa frase que no tenía pensada. Pero que la tomó y la repitió porque representaba fielmente lo que él soñaba y había pregonado en la campaña: “El pueblo unido jamás será vencido”.
Aquel 10 de diciembre hubo fiestas en las plazas de todo el país. Los artistas se sumaron a la celebración de un momento histórico: el regreso a la democracia. La libertad empezaba a ser vivida con felicidad por todos los ciudadanos, aunque el estado de ánimo no modificara sustancialmente la realidad presentada por las dificultades económicas.
Los militares, el llamado a elecciones y el objetivo de taparlo todo
En abril de 1983, el general Reynaldo Bignone, cuarto y último presidente militar de la dictadura del 76, había anunciado que el 30 de octubre iba a ser la fecha de las elecciones. Todos los partidos políticos empezaron con sus alianzas, sus internas y sus definiciones de cara a los comicios y en las canchas de fútbol y actos masivos se oía cada vez más fuerte, como un hecho consumado, el “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”.
Pero mientras tanto, Bignone hizo un par de maniobras con las que intentó cubrir las espaldas suyas y de sus colegas. Firmó un decreto confidencial en el que ordenaba destruir cualquier documentación que expusiera los crímenes de Estado cometidos por las Juntas Militares y también el “Documento Final de la Junta Militar sobre la Guerra contra la Subversión y el Terrorismo”.
Además, un mes antes de las elecciones y con todos los ojos puestos en las campañas electorales, promulgó una ley de “autoamnistía”, también conocida como de “pacificación nacional”, que ponía legalmente a salvo a todos los militares que hubiesen cometidos crímenes en lo que denominaban como “guerra contra la subversión”.
En las elecciones del 30 de octubre, hubo una histórica participación del 85,6 por ciento del padrón. La fórmula Alfonsin-Martínez obtuvo el 51,7% de los votos, contra el 40,1% del binomio del Justicialismo, conformado por Ítalo Argentino Luder y Deolindo Bittel.
Ya con la democracia instalada, el Congreso declaró nula esa ley. Además, Alfonsín ordenó cambiar el Código de Justicia Militar, favoreciendo el juicio y castigo a los militares que fueron llevados al proceso oral y público en 1985. Y en sus primeros días de gestión, creó también la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), vital en la investigación y relevamiento de casos de desaparecidos.
Las otras medidas urgentes que tomó el gobierno alfonsinista tuvieron que ver con lo económico, permitiendo aumentos del piso salarial y generando una reactivación del mercado interno, que estaba muy deteriorado por la crisis que venía arrastrando desde los tiempos de Martínez de Hoz como Ministro de Economía designado por Jorge Videla.