El Paria
Jaito Hidalgo creció de la forma más desfavorable, desde niño aprendió según él, con las malas juntas.
El robo y la adicción lo llevaron a la cárcel donde estuvo más tiempo de lo esperado para un adolescente, sufrió la muerte de su padre mientras estaba detenido.
Hoy, alejado de la delincuencia, quiere vivir sin sobresaltos, aunque nadie le da trabajo por su pasado delictivo.
Hoy Jaito se gana la vida limpiando patios y vidrieras de los comercios de la ciudad, como también se lo puede ver en la parada de algunos semáforos limpiando parabrisas, “la vida nunca me sonrió, aunque tengo la alegría de tener un hijo que no quiero que tome el mismo camino.
Él está creciendo y no quiero que vea a su padre involucrado en cosas de delincuentes” Con respecto a su educación, relato “Llegue Hasta tercer año me gusta la buena música, mientras canta una canción de Creedence en perfecto inglés, as Have You Ever Seen The Rain, (Has visto caer la lluvia?) . “Lo único con que no puedo, es con mis adicciones.
Cada tanto decaigo, necesitó olvidarme de lo doloroso que es la vida, de lo frio que es un piso cuando no se interpone un colchón entre tus huesos, cada día envejezco más deprisa a pesar de mis 37 años creó que tengo 3 veces más.
Hoy me vi al espejo después de estar dos días sobrio y no me gusto lo que vi, por eso decidí cambiar de looks, se ríe.
¿Corte de pelo y barba hipster?“ No, mejor córtala nomás,” le dice a Fernando el peluquero, quien es parte del staff de Gino Peluquería. “Aquí Gino y su personal te tratan como un cliente más, te dan café y hasta una gaseosa”, se ríe.
Mientras el largo pelo cae al suelo, desnuda una a una las cicatrices en su cabeza que impresionan. Incluso cuesta creer que tenga esas heridas, cuando se lo pregunto me dice que no lo dejan dormir, una de las cicatrices está cerca de la cien, la cual se la hizo un sujeto, no sabe quién mientras dormía en un baldío.
Solo sabe que sobrevivió porque alguien paro al agresor y dejo tirado el trozo de caño de gas en el lugar mientras huía, dejándole el cráneo hundido en ese lugar de la cabeza.
Las otras son de peleas legales relata, “mano a mano”, pero las que más duelen son las cicatrices que le dejo la policía.
Una de un culatazo mientras era trasladado, solo porque no pude apurar el paso, me provocó 9 puntos en el labio superior y la perdida de 3 dientes, las demás siempre de los efectivos policiales que aprovechan que estaba esposado para patearte y dejarte inconsciente.
En esos momentos de golpiza me desvanecí y me sentía liberado pensando que el fin estaba cerca porque a donde iba no había dolor y era muy cálido, pero después terminaba despertando en el hospital o peor aún con un baldazo de agua en una celda donde te seguían maltratando. “En la pierna tengo un disparo y varias esquirlas de plomo alojadas, todo porque, la policía me confundió con otro y cuando llegaron solo salí corriendo. Yo sé que no era culpable, pero mi historia me condena” “Las heridas se curan, aunque el alma tiene otras heridas que cada tanto se abren, sonríe.
“Tengo que llegar al semáforo porque, de seguro, ya hay algún malabarista y no quiero confrontar con nadie” “No quiero nada gratis” sentencia, paga como cualquier cliente los $1.600 del corte y la rasurada, se siente orgulloso, nos dice, “para eso me paro en los semáforos cada mañana a ganar mi dinero.
Eso me hace valorar que todo tiene un sentido, ojalá pueda seguir recuperándome y ser un ejemplo para la sociedad”, sonríe, mientras de fondo Have You Ever Seen The Rain suena en los parlantes.
Dario Martinez